Un plan divertido: comer fuera
de casa
Si decidís
comer fuera de casa aprovechando el buen tiempo debéis seguir una serie de
consejos para que todo salga a pedir de boca. Y además podrás aprovechar para
introducirle alimentos nuevos.
Comer fuera
de casa
Quizá os
apetezca más llevaros la comida a la playa, a la piscina o al campo. En
cualquier caso, hazlo en una neverita portátil, que conserve los productos a la
temperatura idónea y que los mantenga a salvo de posibles contaminaciones.
Déjala siempre a la sombra y ábrela sólo cuando sea estrictamente necesario.
Si preparas
un puré a tu hijo, acuérdate de que tienes que esperar a que
se temple antes de introducirlo en el termo. Si lo echas caliente es mucho más
probable que los microbios proliferen y se malogre.
Ten en
cuenta también que tanto el embutido como las latas y los zumos se conservan
mejor en envases que aún no han sido abiertos que en los que ya has utilizado.
Y para que
todo salga bien, ese día recurre al picnic de toda la vida: bocadillos de
fiambre, pollo asado, empanada gallega, filetes empanados, ensalada (lávala y
alíñala justo antes de comerla), frutas y helados.
Los tarritos son una opción ideal para los
bebés, porque son muy fáciles de transportar y no se malogran a pesar del
calor. Por el contrario, evita los fritos, los huevos, las salsas, las cremas y
la nata.
Como consejo
final, aprovecha las comidas veraniegas informales para dar a probar a tu hijo
alimentos nuevos y, cuando sea posible, déjale cogerlos con los dedos (a todos
los niños les encanta hacerlo). De esta manera, al estar en un ambiente
distendido y ver que su padre y tú disfrutáis con lo que habéis preparado, es
muy probable que se anime y coma con más ganas.
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